Predique eficazmente 
con el Espíritu Santo pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra..." (Hechos 1:8)

No cabía duda que la Biblia que compró Camilo, era grande, con muchos estudios, datos históricos, mapas e incluso, fotografías de diversos escenarios relatados en los libros del Antiguo y Nuevo Testamento. La leía con mucha frecuencia y llegó a memorizar largos pasajes. Los repetía en las noches, antes de quedarse dormido.

Pero evangelizando no resultaba efectivo. Un día quiso abordar a la señora que iba junto a él en el vehículo urbano, y además de que ella le expresó su escepticismo, casi lo convence de que la religión era una invención del hombre. En otra ocasión, camino del trabajo, abordó a un vagabundo que fumaba marihuana en el umbral de un edificio, pasadas las seis de la mañana. Le dijo "Cristo te ama", y el hombre sacó un cuchillo mohoso al tiempo que replicaba: "Y yo también". Le robó su ejemplar de las Escrituras, del que tanto se sentía orgulloso.

Con un Nuevo Testamento del que regalan los Gedeones, le tocó seguir predicando. Pero aún así era ineficaz. La situación cambió cuando comenzó a clamar que el Señor le revelara por qué no pasaba nada cuando predicaba. Y en oración Dios le reveló que le faltaba poder. Lo recibió una madrugada, cuando nadie podía escucharle. La presencia del Espíritu Santo se hizo real en el lugar, sin importar el frío que hacía. La sensación fue placentera.

Solo entonces descubrió que sus palabras eran contundentes. Predicaba con poder, el mismo del que habló el Señor Jesús antes de despedirse de sus discípulos en Jerusalén: "...

Descubrió que no era en sus fuerzas sino en las de Dios, acompañado por el Espíritu Santo, como lograría impactar las almas. Lo demás fue disponerse. Camilo es hoy uno de los jóvenes que impulsa el evangelismo en la ciudad de Trujillo, en el norte del Perú. Descubrió que el poder no está en la calidad de la Biblia, en su precio ni presentación, sino en el poder que asiste a quien predica.

¿Ha pensado si está predicando en sus fuerzas o en las del Espíritu Santo?

Ps. Fernando Alexis Jiménez